miércoles, 2 de diciembre de 2020

Luces de Navidad y la vida del creyente

 


LUCES DE NAVIDAD

Una de las atracciones más hermosas de la Navidad es salir a ver las luces brillantes. Estas transforman de inmediato un escenario común en un mundo maravilloso que atrae nuestra atención, levanta nuestro ánimo, y nos despierta una sensación de esperanza. Aunque las luces navideñas solo se exhiben durante unas pocas semanas al año, ¿sabía que Dios ha provisto luces más luminosas que no dejan de brillar, sin importar la estación del año? Esas luces somos los cristianos que Él ha esparcido por todo el mundo.

El Señor Jesús dijo a sus seguidores: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5.14). ¿Alguna vez se ha visto a sí mismo de esta manera? Tal vez se esté preguntando qué significa ser una luz. Después de todo, ¿no dijo el Señor Jesús que Él era la luz del mundo? (Jn 8.12) Ambas afirmaciones son verdaderas, pero la luz de Cristo se origina en su interior como el Hijo de Dios, mientras que nuestra luz es un simple reflejo de su vida en nosotros. A medida que la vida de Cristo se muestra en nuestro carácter y conducta, su luz ilumina, a través de nosotros, a los que nos rodean. Así somos, como iglesia y como creyentes individuales, la luz del mundo.

Para entender mejor este concepto, reflexione sobre lo que hace la luz.

En primer lugar, disipa la oscuridad. Si estuviera en una cueva oscura, y alguien encendiera una linterna, ese fulgor eliminaría de inmediato la oscuridad. Sin importar lo pequeña que sea una luz, siempre supera la oscuridad.

Así somos los creyentes en el mundo. La Biblia utiliza la oscuridad para ilustrar la condición pecaminosa de la sociedad y de la humanidad, a quienes describe como “teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón” (Ef 4.18). Los cristianos de todo el mundo disipamos las tinieblas y somos usados por Dios para mostrar a los demás cómo llegar a la luz de Cristo a través de la fe en Él.

En segundo lugar, la luz guía el camino. Si alguna vez ha estado en un sendero de noche, sabe lo importante que es una linterna. Sin ella, se tropezaría con los obstáculos y probablemente se perdería. De manera similar, los creyentes somos linternas para aquellos que caminan en la oscuridad espiritual, mostrándoles el camino a Cristo a través de nuestro estilo consagrado de vida y nuestro testimonio.

Juntos, el Cuerpo de Cristo es como una ciudad en una colina cuyas luces son un faro de esperanza para los viajeros que buscan refugio (Mt 5.14). Tenemos el único mensaje que puede salvar almas y llevarlas a la vida eterna. El objetivo es dejar que nuestra luz brille de tal manera que los demás vean nuestras buenas obras, glorifiquen a Dios (Mt 5.16) y, en última instancia, ellos mismos encuentren la salvación a través de su fe en Jesucristo.

En tercer lugar, la luz expone lo que está oculto. Aunque nos gustaría que todos se sintieran atraídos por Cristo mediante nuestro testimonio, la realidad es que muchos no quieren tener nada que ver con Él. De hecho, algunas personas son muy antagónicas a los cristianos porque un estilo consagrado de vida expone su propia pecaminosidad. El Señor Jesús dijo que aquellos que no vienen a la Luz la odian porque expone sus acciones como malvadas (Jn 3.19, 20). Si alguna vez ha encendido la luz de una habitación y ha visto a alguien taparse los ojos para evitar el resplandor, ha visto algo muy parecido a lo que puede suceder cuando a los pecadores no arrepentidos se les presenta el evangelio.

En cuarto lugar, la luz está hecha para ser vista, no para ser tapada. No tiene sentido encender una lámpara y luego cubrirla con una cesta, ya que su propósito es iluminar la habitación (Mt 5.15). Sin embargo, esto es lo que a veces hacemos los cristianos. Brillamos con fuerza cuando nos reunimos con otros creyentes en la iglesia, pero durante el resto de la semana, tratamos de mantener nuestro cristianismo en privado. Como resultado, nuestra luz se cubre con los valores, el lenguaje y las prácticas del mundo que nos rodea. En lugar de mostrar la luz de Cristo en nuestras vidas, comenzamos a mezclarnos con la oscuridad que nos rodea.

Ser la luz del mundo no es opcional para los creyentes. Si Cristo habita en usted, usted es luz, aunque la cubra para evitar el rechazo o el ridículo. Puede que piense que su vida es pequeña e intrascendente, pero Dios le ha colocado justo donde quiere que esté en este mundo para reflejar a Cristo e influir en quienes le rodean. Incluso si siente que no está haciendo un buen trabajo, recuerde que no siempre puede ver el impacto que está teniendo. Dios puede usarle de formas invisibles siempre y cuando usted busque caminar de manera fiel y obediente a Él.

En esta temporada navideña, deje que las luces de Navidad le recuerden su responsabilidad de dejar que su luz brille ante la gente. Al permitir que la vida del Señor Jesús resplandezca a través de sus palabras y acciones, Dios cumplirá su voluntad a través de usted. Él es el único que puede abrir un corazón duro y transformar a un pecador en un santo. Nunca piense que su luz es demasiado pequeña para marcar la diferencia. El poder de transformar vidas no depende de la fuerza de su luz, sino de la habilidad de Cristo para usarle para su gloria. Así que deje que su luz brille y observe lo que Él hará.


Charles F. Stanley

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