lunes, 23 de junio de 2014

LA CULPA NO ES MIA

Y la mujer le respondió: —La serpiente me tendió una trampa. Por eso comí del fruto. Génesis 3:13b
Me maravilla ver las innumerables enseñanzas que el Señor tiene para nosotros en un libro tan grandioso como el génesis, así que encuentro que es muy importante volver a él una y otra vez, porque en el génesis  encontramos nuestra historia,  nuestro pasado, nuestro origen. El tema de esta entrada surge de las primeras respuestas dadas por el hombre al caer en el edén.

Recientemente he estado tratando de explicarle a mi hijo de 8 años, la importancia de reconocer su pecado, de no buscar excusas o culpables cuando falla en algo, sino examinarse a sí mismo para que pueda ver que la falla surge de él; no ha sido una tarea fácil, pues siempre encuentra alguna razón para justificarse o sencillamente se enoja conmigo, porque quiere que compartamos la culpa, no le gusta sentir que él es el único culpable de su pecado.

Esto me ha puesto a meditar mucho sobre el tema, además de llevarme a buscar en la escritura como mostrarle que el pecado nace de nosotros mismos, y que la forma en la que podemos corregir nuestros actos y enderezar el camino es reconociendo ese propio pecado y llevándolo ante Dios en arrepentimiento, para que sea El quien nos limpie y transforme.
De manera que volvamos una vez más al génesis y remontémonos a ese crucial momento en que el Señor se dirige a Adán y a Eva para indagar (lo que Él ya sabía por supuesto) por su falta:
—Le preguntó Dios—. ¿Acaso comiste del fruto del árbol que te prohibí comer?  El hombre respondió: —La mujer que tú me diste por compañera me  dio del fruto del árbol. Por eso me lo comí. Dios se dirigió entonces a la mujer, y le dijo: ¿Qué es lo que has hecho? Y la mujer le respondió: —La serpiente me tendió una trampa. Por eso comí del fruto.

Tanto Adán como Eva responden de la misma manera, cada uno encontró un culpable lejos de sí mismo, Adán culpo a Eva, y en cierta forma también culpo a Dios, pues su expresión es un tanto irónica, la mujer que tú me diste…Eva no se queda atrás y también como un acto reflejo acusa a la serpiente.

Si vamos un poco más atrás en el relato de génesis 3 vemos como una vez que el hombre y la mujer pecan, sienten un profundo temor de Dios, reconocen que están desnudos, buscan como cubrirse y ante la confrontación, sencillamente buscan una justificación o un culpable.
Si lo comparamos con nuestra propia vida vemos que no estamos muy lejos de esta escena del edén que cambiaría por completo el desarrollo de la humanidad; sabemos que en todo lo largo de nuestra vida aun conociendo de Dios, estaremos caminando hacia la santidad, pero en medio de ese caminar seguiremos cometiendo faltas y pecando, ya no como quien practica el pecado, pero si como parte de nuestra condición humana, hasta que llegue el momento de estar en su presencia.

Entonces de donde viene el paralelo que estoy haciendo de ese momento en el edén? Pues sencillamente, en que hoy, miles de siglos después, seguimos reaccionando de la misma manera, nos dejamos seducir de nuestras propias concupiscencias, pecamos, y nuestra reacción inmediata no es buscar a Dios, sino muchas veces huir de él y cubrir nuestras faltas, ya no con hojas de higuera sino con excusas, justificaciones y diversas situaciones, echando la culpa sobre otros para poder auto justificarnos y ponernos en una posición más cómoda, como por ejemplo, la posición de víctima.

Y realmente no es fácil salir de esa postura, podemos mantenernos allí mucho tiempo, años inclusive, permitiéndole a nuestra mente armar toda una historia de drama alrededor nuestro, que nuble por completo la causa real de la situación, para que no podamos confrontarnos con el pecado, arrepentirnos y por el contrario seguir encadenadas.

Recuerdo que por muchos años esas hojas de higuera cubrieron mis ojos y me llevaron a vivir una vida distante de Dios y sumida en mi propio pecado que crecía cada vez más, siempre encontré una razón para justificarme, un culpable al cual señalar, una historia que encajara perfecto en mis falencias, para de esta manera mirarme a mí misma como una pobre víctima y quedarme allí navegando indefinidamente en ese mar de excusas.

Solo cuando por la misericordia y gracia del Señor, él me permitió ver el horror de mi pecado, pude comenzar a entender que cada uno de los pasos equivocados que di en mi vida fueron mi decisión, cada cosa terrible broto de mi engañoso corazón. Ese día sin dudar, pude verme absolutamente necesitada de la salvación de Dios, incapacitada del todo para hacer algo por mí misma.

Pero fue allí en ese momento en el cual pude abrir mi corazón en arrepentimiento ante Dios, El comenzó a trabajar en mí y gloria a Dios ese proceso no se ha detenido aun hoy después de 10 años. Pero no podemos creer que esta es una condición que solo ocurre antes de conocer del Señor, de ninguna manera, pues no podemos olvidar que el pecado seguirá acechándonos.
Por eso es importante que reconozcamos cada vez con mayor agudeza cuando estamos pecando, para que seamos más sensibles a la voz del Espíritu Santo en nuestras vidas y podamos expresar sinceramente como el salmista: Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón;    ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino,    y guíame por el camino eterno. Salmo 139:23-24
Lograr reconocer cuando hemos pecado así sea de manera “sutil” (aunque no hay pecado pequeño ni sutil) nos permitirá volver prontamente a Dios para pedirle restauración, el salmo 51 es una clara muestra de un corazón humillado ante Dios, que reconoce su condición de pecado y clama por la guía del Espíritu Santo en su vida y por el perdón y misericordia de Dios.

Mi invitación de hoy es que reflexiones en el salmo 51 para que podamos analizar en la próxima entrada cual es la forma correcta de enfrentarnos a nuestras fallas y pecado a la luz de esta porción de la escritura.

viernes, 13 de junio de 2014

No temas!!


¡Dios es mi *salvación!
    Confiaré en él y no temeré.
El Señor es mi fuerza,
    el Señor es mi canción;
    ¡él es mi salvación!»
Isaias 12:2 NVI

Creo que no hay nada más complejo que no tener el control sobre alguna situación, y en esto sí que somos débiles los seres humanos, pues generalmente nos gusta tener el control de todo, incluso más allá de lo que nos corresponde.
Adán y Eva fueron encargados como mayordomos del edén, podían literalmente sojuzgar la tierra, inclusive a Adán le fue dado el honor de nombrar a todas las criaturas que el Señor creo, pero eso no fue suficiente, ellos querían mas, Eva quiso inclusive tener el control del conocimiento del bien y del mal... ser como Dios, y por eso comió del fruto y peco.

De manera que así como entro el pecado al mundo, este vino acompañado de muerte, sufrimiento, dolor y TEMOR. Y nuestro buen Dios que nos conoce a plenitud, sabe que constantemente padecemos de este sentimiento y que muchas veces desmayamos o llegamos a paralizarnos cuando nos invade.
Teniendo esto en cuenta, es maravilloso saber que Dios hace referencia a no temer, unas 366 veces en la escritura, y esto es importante, porque Dios sabe que tenemos necesidad de escuchar esto una y otra vez, necesitamos entender que es El, quien tiene el control.
Por eso, cuando Dios hace mención a que no debemos tener temor, generalmente lo hace acompañado de un recordatorio de que Él es Dios, de las cosas que ha hecho y de las que hará.
Esto nos recuerda que el control de nuestra vida lo tiene Dios, que es El quien pelea nuestras batallas y que es El quien va delante de nosotros.

El temor  también muestra que en el fondo de nuestro ser reconocemos nuestra incapacidad, aunque pretendamos tener el control y ser superiores a Dios en muchos casos, en el fondo sabemos que somos similares a un niño, que colocándose una capa cree poder volar.
Si bien, somos responsables de nuestras acciones, y sabemos que  nuestras decisiones determinan nuestro futuro, una vez  el Espíritu santo obra en nosotros, somos conscientes que todo cuanto ocurre en nuestra vida está bajo la soberanía de Dios.
Por eso es vital e imperativo conocer realmente al Dios que adoramos, conocerlo tal cual El decidió revelarse a nosotros, lo cual hace a través de la escritura, y no conocerlo a medias irresponsablemente, delegando a otros la tarea de estudiar la Palabra, o haciéndonos una imagen a nuestra semejanza de quien es Dios.

En la escritura encontramos nuestro soporte y sostén, para afirmarnos ante una situación difícil y no temer, de Génesis a Apocalipsis vemos el desarrollo del plan de Dios para la humanidad, en el antiguo testamento vemos como Cristo aparece como un brillo o destello en medio de esta revelación, y en el nuevo testamento vemos como lo que antes estaba velado ahora se descubre y brilla con luz propia.
De manera que la forma en la que podemos conocer a Dios, ver lo que ha hecho y saber lo que hará, es escudriñando la Palabra.

Josué 1:9 nos dice: Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.
Que hermosa palabra es esta que le da el Señor a Josué, palabras de ánimo a un general valiente que debía partir a  conquistar la tierra prometida, de la misma forma que nos acompañaran estas palabras en este peregrinar por esta tierra.

En sus innumerables encuentros con Moisés el Señor también le da estas palabras de ánimo, instándole a no temer, inclusive le da una respuesta poco usual, al interrogante de Moisés de cómo saber que Dios mismo era quien le acompañaría a la difícil tarea de enfrentar al faraón y pedir la libertad de su pueblo, Dios le dice a Moisés: Yo estaré contigo —le respondió Dios—. Y te voy a dar una señal de que soy yo quien te envía: Cuando hayas sacado de Egipto a mi pueblo, todos ustedes me rendirán culto[a] en esta montaña. (Éxodo 3:12)
Moisés comprobaría la voluntad de Dios y su promesa, únicamente a través de la obediencia, puedo leer este versículo muchas veces y no dejo de sorprenderme, es tan contrario a lo que nosotros esperaríamos como respuesta, porque nosotros queremos verlo todo, conocerlo todo tenerlo todo planeado, pero los planes de Dios son más grandes que los nuestros, además son perfectos (Isaías 55:8-10; Jeremías 29:11).

Lo que nos enseña este versículo es que para comprobar la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12:2) debemos obedecer, debemos dar ese paso de fe y confianza en creer lo que el Señor nos ha dicho.
Y por qué debemos creer? Porque él es Dios, es nuestro rey soberano y omnipotente, porque él fue quien nos llamó, quien nos compró a precio de sangre y porque es el quien ha comenzado una maravillosa obra en nosotros y con gran gozo habrá de terminarla, para alabanza y gloria de su nombre.

Entonces cual debe ser nuestro sostén en medio de este mundo difícil, en el cual nos enfrentamos a las adversidades, al dolor, a la injusticia, al peligro?
Nuestro sostén y fortaleza, es el conocimiento correcto de Dios, de quien es el, de sus atributos y su naturaleza, ese conocimiento, que es la verdadera sabiduría, es lo que nos permite enfrentarnos a las situaciones difíciles de la vida con otra óptica, porque lo hacemos con la certeza de quien es El y sabiendo que El SI tiene el control de todo cuanto ocurra, por eso sin importar que nos enfrentemos a terribles desastres, por ejemplo, tendremos la certeza de que nada se ha escapado de su plan y su control (salmo 46:2).

Así que esfuérzate en conocer a Dios, lee y estudia su palabra, medita en ella de día y de noche, memorízala, recítala, hazla parte de tu vida, para que de esta manera aprendas a conocer al Todo Poderoso, y de esta manera puedas comprender porque no debemos Temer.