martes, 16 de agosto de 2016

Permítele a la Biblia decirte cómo ser una Mujer


Gracias a una oveja que se une a este caminar, desde hoy podremos disfrutar de entradas de otros autores que han sido traducidas al español, para nuestro crecimiento. Damos gracias a Dios por la vida de Aranza Erazo quien ha traducido para nosotros este articulo: 


PERMITELE A LA BIBLIA DECIRTE COMO SER UNA MUJER

Existen versículos sobre la feminidad que difícilmente nos sorprenden. La enseñanza de las mujeres mayores a las más jóvenes debería ser de alta estima, el hecho que las mujeres amen a sus esposos e hijos es de esperarse aun cuando esta labor parezca desafiante y entre mayor importancia demos a la belleza exterior, en Cristo entendemos que nuestro interior merece el más considerable embellecimiento.
Sin embargo, otros versículos producen algo más como la sumisión que  en sí puede producir algún cambio. Enfocadas en el trabajo del hogar y asumiendo roles en la Iglesia, es posible que podamos explotar fácilmente. Las dificultades, sin embargo, a menudo aparecen en la Biblia y como creyentes tenemos la obligación  de tratar la escritura e incluso los versículos más polémicos de tal forma que Cristo sea honrado.
Trata la escritura con humildad
Cuando encontramos  dificultades en la feminidad bíblica, lo hacemos de forma armada al usar nuestras propias experiencias y opiniones. Aquellos temas o dificultades son centrales e importantes tanto para nuestra identidad femenina como para las convicciones que traemos profundamente arraigadas. De hecho, nos levantamos a defenderlas por instinto pero en Cristo tenemos un llamado superior: elevar a Dios y su palabra por encima de todo.
La humildad se inclina ante la palabra de Dios pues  reconoce que el mundo y su dios oscurecen nuestra mirada. En lugar de defender nuestras propias convicciones, estamos llamadas a examinarlas bajo la luz de la verdad. En humildad, oramos para entender  la verdad y no para que cumpla nuestros deseos bajo la misma intención que Dios quiso comunicar.
Así, Le pedimos a Dios que nos quite las convicciones ajenas a Él. En dicho proceso somos transformadas y nuestras mentes se renuevan  “para que comprobemos cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” que Romanos 12:2 señala.
Cuando nos humillamos a nosotras mismas no nos vestimos de feminidad sino de Cristo. No damos una mirada cautelosa a la escritura sino que nos sometemos a Dios y estimamos la santidad de su Palabra. Especialmente, cuando no la entendemos o cuando no estamos de acuerdo con ella es precisamente cuando deberíamos humillarnos ante ella sabiendo que Dios es bueno y sus caminos más altos que los nuestros.
Trata la escritura con temor reverente
La palabra de Dios es divinamente inspirada, eterna y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia (2 Timoteo 3:16) hasta que algún asunto como la sumisión aparece. Una vez entramos en aprietos, cae la reverencia por la palabra. Repentinamente, creemos que algunas partes del Nuevo Testamento encajan solamente para un tiempo y espacio preciso. Creemos así que el apóstol Pablo  ya no es un siervo de Dios sino un hombre deshonesto que habla desde su opinión personal y por eso  nos sentimos libres de poner a un lado las opiniones de otros e incluimos las nuestras para refutar el discurso de Pablo que creemos cuestionable.

Desde el edén, el enemigo se ha enfocado en la reverencia a la palabra de Dios que es santa y pura. Cristo es el Verbo hecho carne y sus seguidores estimamos sumamente su palabra, lo cual se refleja en todo lo que hacemos y decimos.

En Tito 2 normalmente nos enfocamos en lo que las mujeres ancianas deben enseñar a las menores (Tito 2:3-5) pero no deberíamos dejar a un lado el motivo para esta enseñanza: “que la palabra de Dios no sea  blasfemada”. Si nuestra conducta trae honor o deshonor a la palabra, ¿cuánto más deshonor traerá si por algún asunto ponemos en duda su autoridad?

De este lado del cielo, no habrá una única interpretación de ciertos pasajes de la Escritura y ciertamente es de esperarse que el mundo vaya en contra de ella al ser contracultura pero como seguidores de Cristo, hacemos bien en tener cuidado al manejar dichos asuntos polémicos. ¿Realmente queremos afirmar que ciertos pasajes de la Biblia fueron escritos por Pablo en la carne? ¿Realmente queremos poner en duda el hecho de que toda la Escritura es inspirada por Dios?  (2 Timoteo 3:16)

Si deseamos honrar al Señor, no debemos apuntar y disparar hacia versos de la Biblia, por lo contrario, los estimamos e incluso aquellos que causan polémica debemos considerarlos como santos e inspirados por Dios. En este orden de ideas, oramos para que el Espíritu de Dios nos guie a entenderlos. 
Seamos honestas
Una estadística de larga data indica que aquellos que se denominan cristianos realmente no leen sus Biblias. Además, cuando los asuntos polémicos aparecen como la feminidad bíblica, la mayoría de cristianos tienen una opinión visceral que se fundamenta comúnmente en la cultura, incluso una cultura cristiana u cualquier otra en vez del estudio sistemático de la palabra de Dios.
¿Y si fuéramos honestos acerca de nuestra falta de entendimiento? Si no hemos estudiado en oración algún asunto, ¿deberíamos ponerlo vigorosamente a debate? Y si hemos estudiado, ¿fue en base a nuestro tiempo o con una actitud sumisa a Dios?
Como creyentes, nuestro objetivo debería ser crecer en el estudio bíblico y para crecer, necesitamos ser honestos acerca de lo que no conocemos. Deberíamos querer ser “prontos a oír, lentos para hablar, lentos para airarse” (Santiago 1:19) y siempre, el crecimiento viene al buscar al Espíritu Santo.

Dios inspiró aquellos pasajes sobre feminidad (y otros) de la Escritura que nos enfurecen. Son beneficiosos y santos y ya que somos llamados a ser santos, también estamos llamados a tratar cada verso con reverencia, con el máximo esfuerzo y propósito de que Dios y su palabra sean glorificadas.
*Articulo Original escrito por Kim Cash Tate para Desiring God con el título Let the Bible Tell You How to Be a Woman