martes, 23 de mayo de 2017

El Gran Misterio Parte 2: Por donde Comenzar


En el matrimonio hay tanto que hacer, que no sabemos siquiera por dónde empezar. Y es justamente ahí cuando Pablo nos dice: «Empiecen por lo básico pero fundamental, amando a su esposa como Dios nos ha amado en Jesús, y todo lo demás vendrá por añadidura», «Pablo se dio cuenta de que al instituir Dios el primer matrimonio de la historia de la humanidad, ya tenía a Cristo y a Su iglesia en mente. De hecho, es uno de los grandes propósitos de Dios en Su proyecto de unión entre el sacrificio de Cristo y Su pueblo redimido.
Ese es el verdadero secreto, que el evangelio de Jesús y la institución del matrimonio están mutuamente relacionados.

¿Qué es entonces necesario para que el matrimonio funcione? Conocer, desde luego, su secreto; esto es, su íntima relación con el evangelio, y cómo este ofrece poder y ejemplo para la relación marital. Así, la experiencia del matrimonio pondrá de relieve la belleza y la profundidad del evangelio, fomentando con ello una plena confianza por parte nuestra.
El matrimonio es el vehículo idóneo para remodelar nuestros corazones de dentro hacia fuera, proporcionando sólido fundamento a una vida compartida. El matrimonio es a la vez doloroso y maravilloso por ser reflejo del evangelio, relación en la que se aúnan de forma singular ambas cualidades. El evangelio revela una verdad sorprendente: somos pecadores en una medida que no nos atrevemos a reconocer, y al mismo tiempo somos amados y aceptados por Jesús como jamás pudimos imaginar.

El amor que no va acompañado de la verdad es mero sentimentalismo; nos reafirma y nos da aliento, pero sin hacernos reconocer nuestras faltas.

Los momentos duros y difíciles del matrimonio pueden hacernos experimentar ese amor de Dios para transformación, mientras que las experiencias positivas en pareja también servirán para transformarnos humanamente.
El evangelio puede llenar nuestros corazones con el amor de Dios, algo que nos ayuda a superar crisis de pareja en las que nuestra esposa o esposo no nos ama como debería, con la ventaja añadida de poder ver los defectos de nuestra pareja en su auténtica dimensión, comentarlos y, aun así, amar y aceptar a nuestra pareja.

La marca final distintiva de la plenitud en el Espíritu es, pues, la ausencia de orgullo y la renuncia al propio interés, lo que lleva a querer servir a los demás con humildad y deferencia.
Tenemos que aprender entonces a servir primero a los demás, ayudados por el Espíritu, para poder hacer frente con éxito a los retos y dificultades del matrimonio. Es por eso que es tan importante una soltería consciente, el saber aprovechar este tiempo sabiamente para formarnos en pos de tener un matrimonio que realmente glorifique al Señor.

Efesios 5:18 nos insta a literalmente, «ser llenos del Espíritu», como algo necesario en nuestra renovación de forma permanente. Sin la llenura del Espíritu Santo caminar de la mano tan estrechamente con otro pecador no será una tarea fácil.

Los creyentes debemos aprender por fin que el adorar a Dios con todo el corazón, teniendo la plena seguridad de Su amor en virtud de la obra de Cristo, es lo que llena el depósito de nuestra alma para vivir la realidad presente. De manera que, si lo que esperamos es recibir esa llenura de nuestra pareja, cuando esto es algo que tan solo viene de Dios, estaremos esperando lo imposible.

En Filipenses 2: 2-3, Pablo afirma que los cristianos estamos llamados a, «con humildad, considerar a los demás como superiores a nosotros mismos» esto quiere decir que debemos tener en cuenta los intereses ajenos por encima de los nuestros.

Es una realidad, que nos cuesta bastante en las relaciones con los amigos, la familia y los hermanos en la fe, anteponer los intereses ajenos a los propios, buscando complacerles antes que darnos gusto a nosotros mismos. Pero aplicar esos mismos principios a la relación de pareja en el matrimonio significa ponerlos en práctica en su forma más intensa.
De manera que tenemos tres alternativas:

a.   Se puede servir al otro con alegría
b.   Se puede hacer con resentimiento
c.   Se puede insistir egoístamente en que impere la propia voluntad.

La primera alternativa es la única que puede permitir que la relación de pareja perdure y prospere. Pero ¡cuán difícil y duro puede ser llegar a conseguirlo!

El mensaje cristiano de pura gracia debería llevarnos a ser humildes y a entender que no servimos y amamos a los demás por el beneficio que podamos obtener de ellos o por algo especial que puedan tener, sencillamente les amamos y les servimos porque el Señor ha hecho lo mismo con nosotros aun cuando estábamos muertos en delitos y pecados.

Por eso, esa dificultad de poner a los otros por encima de nuestros deseos y necesidades es lo que en verdad nos enseña es que somos seres pecadores centrados en nosotros mismos.

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