lunes, 26 de mayo de 2014

Calla! y se su mejor imagen de Cristo

"De la misma manera, ustedes esposas, tienen que aceptar la autoridad de sus esposos. Entonces, aun cuando alguno de ellos se niegue a obedecer la Buena Noticia, la vida recta de ustedes les hablará sin palabras. Ellos serán ganados al observar la vida pura y la conducta respetuosa de ustedes" 
1 Pedro 3:1-2

Creo que este versículo habla por sí solo, aunque personalmente, después de haberlo leído muchas veces solo hasta ahora puedo comprender la maravilla de su contenido.
Aunque el plan de Dios no es que una mujer creyente se una en matrimonio con un incrédulo, existen situaciones en las que esto ocurre, por ejemplo, cuando tiempo después del matrimonio es la esposa quien conoce de Cristo y su esposo no recibe las buenas nuevas del evangelio, y en otros casos muy desafortunados una mujer creyente se une a un hombre no creyente haciendo a un lado el sabio concejo de Dios.
Viviendo cualquiera de estas dos situaciones, el concejo de nuestro Señor a través de esta carta de 1 de Pedro es siempre lleno de esa sabiduría divina, que nos recarga de esperanza y fortalece nuestra fe.

En mi caso, mi esposo no es un creyente, aunque por algunos años se congrego, (y con certeza ha recibido mucha palabra de Dios) pero hace ya algún tiempo se encuentra absolutamente alejado del evangelio, esta situación obviamente trae muchos roces a la relación, lagrimas, dolor, confusión, en fin todas las cosas difíciles que enfrentamos cuando compartimos nuestra vida con una persona que tiene un norte distinto al nuestro.
Lo realmente maravilloso es que ahora que el Señor me permite entender lo que quiere decir en estos dos versículos de 1 de Pedro me doy cuenta que he estado luchando infructuosamente en mis fuerzas, tratando de que mi esposo llegue a los pies del Señor.
Es ahora que comprendo los grandes errores que he cometido y como he puesto en duda incluso la soberanía y el poder de Dios, y suena aterrador escucharlo pero así es, creo que el propulsor de muchos pecados definitivamente es la duda en la palabra de Dios.
Y es que debemos partir del punto básico de que nadie llega a Dios si no es El mismo  quien le trae (Juan 15:16); y es Dios mismo quien coloca el querer como el hacer para que ese llamado sea efectivo (Filipenses 2:13); siendo Dios mismo quien afina nuestro oído para escuchar su voz (Juan 10:27). Teniendo esto en claro, debemos reconocer que solo Dios es quien puede hacer la obra en nuestros esposos y llevarlos en amor a Él.

Allí es donde encontramos el maravilloso sentido de este versículo, cuando podemos tener la tranquilidad y la certeza de hacer lo que como esposas se nos manda a hacer, siendo fieles a Dios y  haciéndonos a un lado para que el obre soberanamente. Hablar sin palabras, esta es la instrucción del apóstol Pedro, y creo que es una instrucción que a nosotras como mujeres puede parecernos un poco compleja, pues parte de nuestra naturaleza muchas veces es el ser muy expresivas y hablar y hablar, nos encanta hablar de nuestros sueños, experiencias, planes, en fin; y eso sin dejar de lado que muchas veces nuestro instinto maternal quiere cobijar también a nuestros esposos, y debemos recordar que ese No es nuestro papel, no estamos llamadas a ser una segunda madre para ellos, estamos llamadas a ser su ayuda idónea y a sujetarnos a ellos.

Por eso, Pedro comienza este capítulo 3 con la expresión: así mismo, ya que en el capítulo 2 viene hablando de la sumisión que debemos tener como cristianos a las autoridades y a los superiores, y yendo un poco más atrás al capítulo 1, vemos como Pedro nos recuerda quienes somos y para que fuimos llamados, somos un pueblo escogido por Dios, pueblo santo, y esto con el único fin de que anunciemos la verdad del evangelio, esas buenas noticias de quien nos llamó de las tinieblas a la luz.

Entonces contextualizando, podemos ver como Pedro nos muestra nuestra nueva condición, apartados, escogidos, pueblo santo; y allí nos recuerda que el propósito de ese llamamiento es dar testimonio de Dios mismo, por lo tanto el comienza a citar diferentes tipos de escenarios en los cuales nuestro testimonio debe ser tal, que reflejemos claramente la gloria de Dios.
Y es en ese punto donde comienza a hablarnos a nosotras las mujeres, recordándonos la clave de nuestro compromiso matrimonial, el sometimiento a nuestro esposo; y allí es importante aclarar que este es el punto vital en el cual debemos trabajar con más tesón, pues es la obediencia a este punto principalmente, la que nos permitirá hacer nuestra labor evangelista silenciosa y exitosamente.

Probablemente te estarás preguntando, ¿cómo puedo yo someterme a este hombre que no conoce de Dios? Y la respuesta es sencilla, ese sometimiento es directamente a Cristo. Entonces, puede surgir una segunda pregunta: ¿Pero cómo voy a estar confiada y tranquila en someterme a un hombre que ni siquiera se somete a Cristo? Y allí quiero que pongas tu matrimonio en la perspectiva correcta, nuestro matrimonio es un reflejo de la relación de Cristo por su iglesia, y aunque obviamente el papel de Cristo en esta metáfora lo debe asumir el varón, en esta situación puntualmente quiero que seamos nosotras quienes nos pongamos por un momento en ese lugar, Cristo dio su vida por su iglesia, le ha sido fiel a pesar de que ella no lo haya sido, ha sido paciente, amoroso y a pesar de nuestro pecado, se dio a si mismo por nosotros. Entonces bajo esa perspectiva la respuesta es mucho más clara, debemos someternos a nuestros esposos por obediencia al Padre.
Esa es nuestra confianza, que nuestro sometimiento es directamente a Dios, y nuestra obediencia es directamente al mandato divino.

Siendo obedientes a esta instrucción, estaremos reflejando una hermosa imagen de Cristo a nuestro esposo y allí nuestras palabras sobraran; de manera que no necesitamos llenar sus días de reclamos, o amenazas, o hacerles sentir que tan pecadores son, tan poco tenemos que recordarles cual es el destino que tiene todo aquel que no entrega su vida a Cristo, porque aunque estemos compartiéndoles grandes verdades del evangelio, lo estaremos haciendo de la manera incorrecta.

Recuerda, nuestro papel es reflejar la gloria de Cristo con nuestra propia vida, así que preparémonos para ello, alimentémonos día a día de la Palabra de Dios, oremos sin cesar, seamos obedientes a aquello que nos muestra la palabra de Dios, amemos a nuestros esposos con ese amor desinteresado y entregado de 1 de Corintios 13, vivamos ese amor que Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta, pongamos nuestra confianza en el Señor, hagamos nuestro papel y permitámosle a El que obre en la vida de nuestros esposos.

Así que a partir de ahora en adelante, calla! Y se su mejor imagen de Cristo.

viernes, 9 de mayo de 2014

Una Promesa de Amor



Se acerca el día de la madre, y llegan a mi mente muchas imágenes de mujeres que encontramos en la escritura desempeñando honrosamente este papel. Pero de todas ellas hoy he querido compartirles sobre una madre muy especial, una madre en la que podremos ver un maravilloso conocimiento de Dios y una fe grandiosa, por eso en esta fecha especial, esta es una madre que merece un tiempo en nuestro estudio: Ana, esposa de Elcana, madre del Profeta Samuel, ultimo Juez de Israel, a quien fue otorgada la tarea de coronar y guiar al primer rey de esta nación, y ungir al rey conocido como: conforme al corazón de Dios, David.
Ana fue una mujer que no tuvo una vida fácil, en primer lugar era una mujer estéril que no había podido darle hijos a su marido y en segundo lugar, Ana tenía que soportar constantemente las burlas de Penina, (la segunda esposa de Elcana quien si tenía hijos) y aunque la escritura nos muestra que Elcana siempre amo a Ana y estuvo muy pendiente de ella, la vida para esta mujer no era fácil. Probablemente su corazón vivía constantemente acongojado por el deseo de querer ser madre y no poder serlo, y sus ojos tal vez veían de lejos lo que ella anhelaba pero que en ese momento no podía tener.
Pero Ana si tenía algo maravilloso, algo que nadie podía quitarle y algo que cambiaría su vida para siempre y nos permitiría estarla recordando hoy, miles de años después. Ana conocía al Señor!! Jehová de los ejércitos era una verdad para ella!
Llego un día en el que Ana no soporto más y “ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente”. Tanto lloro Ana y tal fue su oración, cargada del sufrimiento de tantos años, de ilusiones y anhelos, que Elí el sacerdote del templo creyó que Ana había estado bebiendo; La palabra nos menciona que “Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, su voz no se oía”, así que podemos concluir que tal debió ser la forma de entrega total de Ana en esta oración y clamor a Dios, que llamo la atención del sacerdote.
Durante este tiempo de oración, Ana le pidió al Señor que le diera un hijo varón y prometió dedicarlo al servicio del templo el resto de su vida.
Luego de algún tiempo Ana dio a luz un hermoso niño y le puso por nombre: Samuel que quiere decir, pedido a Dios. Y en este punto quiero detenerme un poco pues merece la pena hacer el contraste de este profundo deseo de Ana por ser madre, con lo que vivimos hoy en día en nuestra sociedad, donde cada día la maternidad se aleja más de los roles importantes de la mujer, y no solo se aleja de los deseos de muchas mujeres de hoy en día, que ven la maternidad no como un regalo, ni como  un don de Dios, sino que lo ven como una carga y como un obstáculo a su vida.                                             Fueron muchos los años que Ana lloro y se afligió por no ver cumplido su deseo de ser madre, y hoy son muchas las mujeres que lloran y se afligen precisamente cuando se enteran de que van a ser madres.
Pero Ana había hecho una promesa a Dios que debía cumplir, fueron pocos los años que Ana estuvo con Samuel, pero fueron los suficientes como para formar en él un carácter que le permitió servirle a Dios todos los días de su vida. Aunque Samuel había sido un hijo sumamente anhelado y deseado, Ana nunca puso por encima de la voluntad de Dios los deseos de su corazón y en el tiempo que había acordado con su esposo, Ana entrego a Samuel al sacerdote Eli, para que este lo enseñara en las labores del templo y Samuel pudiera servir al Señor todos los días de su vida.
En este punto hare otra pausa, ya que la actitud de Ana es digna de ejemplo para nosotras hoy en día por varios aspectos:
1.       Ana entrego su hijo a Dios, aunque amaba profundamente a Samuel, ella sabía que su prioridad debía ser el Señor.
2.      Ana se dedicó a criar a Samuel de tal forma que pudiera aprovechar cada uno de sus días junto a él, para que el niño pudiera aprender todas las grandezas de Dios.
3.      Ana conocía al Dios que adoraba, su fe era más grande que sus sentimientos maternales, ella sabía que el mejor lugar para Samuel era en el templo Sirviendo a Dios.
4.      Ana no rehusó cumplir su promesa, ella hayo contentamiento en ver cumplida su petición a Dios.
El capítulo 1 del primer libro de Samuel finaliza con la expresión: “Y todos ellos adoraron a Dios” y enlaza maravillosamente con el inicio del capítulo 2, el cual comienza así: “Ana elevo esta oración”.
Adoración, oración y alabanza a Dios; creo que estas 3 Palabras resumen la actitud de Ana. Y esa relación intensa e íntima con Dios fue la base para que ella entonara u orara esta maravillosa porción de la escritura que se nos narra en los primeros 10 versículos del capítulo 2 del primer libro de Samuel. Cuanta sabiduría, cuanto amor, cuanta fe, cuanto gozo desbordaban de la vida de esta mujer; en este canto Ana nos deja ver que conocía perfectamente la soberanía de Dios, su santidad, su omnisciencia; Ana confiaba en una promesa de salvación, sabía que solo Dios era su redentor y su roca; por eso Ana no titubeo al cumplir su promesa y entrego a su hijo al servicio del Señor.
No puedo imaginar lágrimas en este momento, solo puedo ver los brazos de Ana abriéndose y su corazón hinchado de gozo de saber que estaba entregándole lo mejor de ella al señor, Ana sabia ciertamente que Dios le había dado ese hijo, por un poco de tiempo tal vez, pero que su hijo pertenecía a Él, ella estaba segura de su trabajo como madre, porque sabía que todo lo que ella le había dado a su hijo venia de lo que ella había recibido de Dios.
Para cerrar quiero que reflexionemos en estos puntos:
·         Buscas de continuo alimento espiritual que te permita también alimentar y sustentar a tus hijos?
·         No olvidemos que los hijos son tesoros de Dios confiados a nosotras para que los levantemos en su palabra y les enseñemos a vivir conforme a su voluntad.
·         En algún momento nuestros hijos partirán de nuestro lado, que ese día estemos satisfechas con la labor que como madres hemos realizado.
·         No olvidemos que ante Dios tenemos una muy grande responsabilidad en levantar hijos sabios temerosos de Él y que guarden su Palabra.
·         Nuestros hijos serán educados con nuestro ejemplo, mucho más que con nuestras palabras.
·         Vivamos la palabra de Dios día a día, para que estemos seguras de que ellos seguirán el rastro de buenas pisadas.
·         Aprovechemos con intensidad cada minuto que tenemos con nuestros hijos, no escatimemos ningún esfuerzo en su formación como hijos de Dios.

Y como último y más importante punto, jamás olvidemos que Dios tiene el control, no solo de nuestra vida, sino de la vida de nuestros hijos, no cesemos de orar por ellos, por nosotras y por muchas mujeres a nuestro alrededor, que viven en medio de este mundo caído y que como consecuencia, tienen que levantar a sus hijos solas y en condiciones adversas.
Mujer, Dios te ha hecho madre con un propósito: darle Gloria y honra con esta maravillosa labor, de manera que como Ana cumple tú también esta promesa ante Dios!!!

Feliz día!!!