lunes, 21 de julio de 2014

Marta, Marta, estás preocupada y molesta por demasiadas cosas...


Creo que este tema definitivamente salió del fondo de mi corazón, y me habla a mí misma de una manera tremenda, pues muchas veces el tiempo parece volverse en nuestra contra, a veces quisiera tener días de 30 horas o más, pero definitivamente si esto ocurriera, creo que no tendría forma de estar cuerda.

En este mundo posmoderno, donde el papel bíblico de la mujer se ha visto tan atacado, y donde el mismo sistema en el que nos movemos, hace que sea cada vez más complejo el poder ocuparnos de las cosas para las cuales el señor nos doto, ya que muchas veces requerimos de otro ingreso económico para nuestro hogar, entonces debemos trabajar fuera de casa, y esto hace que vivamos días llenos de caos y estrés.

Definitivamente las mujeres somos hábiles, practicas, podemos desarrollar muchas tareas, tenemos una mente mejor sincronizada que una agenda digital y nuestros dos brazos a veces parece que fueran cuatro, pero este no es el plan de Dios, él no quiere vernos atareadas, ocupadas, estresadas, con los pelos de punta, al borde de un ataque de nervios o desbordadas en lágrimas porque nuestro cuerpo, mente y corazón ya no dan abasto con tantos quehaceres y responsabilidades.

Y es que la tarea de ser ayuda idónea, madres, siervas y mujeres virtuosas, parece complicarse en este siglo 21, si nuestras prioridades no conservan el orden adecuado, y si no administramos sabiamente nuestro tiempo.

En mi caso, soy esposa y madre de un niño de 8 años,  tengo un trabajo fuera de casa a tiempo completo, una casa que atender, comida que preparar, ropa que lavar, estudio una licenciatura en teología, sirvo en mi iglesia en la escuela infantil y también tengo un sin número de proyectos que espero poder llevar a cabo; Y sé que como yo, hay muchas mujeres que también trabajan, son madres, esposas y quieren ser una mujer virtuosa como la escritura nos enseña.

Entonces, que es lo que podemos estar haciendo mal para que terminemos nuestros días, cansadas y muchas veces frustradas?

Estoy convencida que hay 2 factores determinantes en el éxito o el colapso total de nuestros días, y estos los podemos ver claramente en la conocida historia de Marta y María; estas dos mujeres nos presentan un cuadro perfecto en el que podemos ver contrastado el esfuerzo humano y el deseo de Dios, revisemos un poco la historia que se encuentra en Lucas 10:38-42:
Jesús ha llegado de visita a la casa de Marta y María, Marta muy diligente se encarga de la cena, de la limpieza, de atender a los invitados, etc. Seguramente lleva ya varios días organizando el recibimiento, ha horneado sus mejores platillos, ha puesto la mesa con sus mejores platos y la casa está llena de flores, ella corre de un lado para otro preparando todo, se encuentra un poco despeinada, cansada y agitada, pues quiere que el Señor Jesús se sienta muy bien atendido, se sienta amado y agradado; mientras tanto al otro lado del salón esta María, quieta, reposada, con una sonrisa en su rostro, escuchando atentamente las palabras del Señor, meditando, aprendiendo. De repente Marta ya no aguanta más su molestia y se dirige al Señor, Jesús por favor dile algo a María, yo estoy muy ocupada y ella no me ayuda en nada, no es justo con migo, no es correcta su actitud. 
Sabia y amorosamente Jesús le responde: —Marta, Marta, estás preocupada y molesta por demasiadas cosas, pero sólo hay algo realmente importante. María ha elegido lo mejor, y nadie se lo puede quitar.

Creo que las palabras del Señor Jesús debieron hacer eco en el corazón de Marta, tanto como lo han hecho estos últimos días en el mío.
Y es que es muy cierto, nos afanamos, preocupamos y nos llenamos de actividades que nos distraen de lo verdaderamente importante.

Estos últimos días para mi han sido muy agitados, tengo la bendición de poder tener a mi hijo en el lugar de trabajo y allí puedo ayudarle con sus tareas y demás, mientras llega el tiempo de volver a casa, pero la llegada de las vacaciones escolares trajo estrés y tensión a mis días, llegaba muy cansada a casa, malhumorada, por todo lo que aún tenía que seguir haciendo, frustrada por todo lo que había dejado de hacer y sobre todo porque sabía que no estaba cumpliendo con las cosas que el Señor nos enseña que son una prioridad.

Me sentí como como Marta, afanada, preocupada angustiada y reclamándole al señor por todas las cosas que tenía que hacer. Comencé a preguntarme a mí misma que había cambiado en los últimos días, si era un incremento en mis actividades o que podía estar causando ese estrés, nuevamente encontré la respuesta en las Palabras de Jesús, había dejado de ser una María, había descuidado mi tiempo de lectura de la biblia, mi tiempo para estudiar y meditar en la palabra, mi tiempo para orar.

Me sorprende cuán rápido pueden alterarse las prioridades y cuanto trabajo nos cuesta retomar el orden de las cosas; basta solamente con uno o dos días en los que el Señor deje de ser nuestra máxima prioridad para que empecemos a experimentar una pesada carga, una inmensa fatiga, es como si nos faltara el aire, como si viviéramos 24 horas bajo el agua, tratando de tasar el poco oxigeno que nos queda.

Esta es entonces, nuestra primera enseñanza de este relato de la Escritura, el factor principal o determinante para vivir nuestros días llenas de gozo y tranquilidad, es precisamente comenzarlos y vivirlos como lo hizo María, a los pies de Cristo, por nada del mundo descuidemos nuestro tiempo de estudio, nuestra oración, nuestros momentos a solas con Dios y con su Palabra, creo que ninguna de nosotras se lanzaría a mar abierto a bucear sin haber cargado previamente su tanque con oxígeno.

El segundo factor importante que no podemos descuidar, se deriva precisamente del primero, ocupémonos de las cosas que son importantes, escojamos sabiamente que cosas debemos hacer, aprendamos a decir no y llenemos nuestra agenda teniendo en cuenta el orden de Dios y el propósito para el cual fuimos creadas, si bien en ocasiones no hay otra opción más que trabajar fuera de casa, hagamos esas tareas en excelencia pero sin que se conviertan en una carga o en un afán para nuestra vida, recarguemos nuestro tanque de oxígeno tanto como sea posible y al llegar a casa no olvidemos que estamos llegando al lugar que el Señor nos ha mandado a guardar y a cuidar, hagamos del camino a casa un tiempo de preparación y refrigerio para nuestro corazón, si vamos en el carro podemos escuchar alabanzas, si vamos en el autobús podemos leer nuestra biblia o un libro de bolsillo, también podemos aprovechar ese tiempo para orar y meditar en ciertos pasajes de la escritura.

Mi concejo es que aprovechemos ese tiempo tanto como sea posible, para no llegar fatigadas, cansadas y malhumoradas a casa, recordemos que allí precisamente es donde comienza nuestra tarea verdaderamente importante y relevante, no le neguemos a nuestra familia los abrazos y las sonrisas que necesitan, hagamos cada una de las cosas que nos correspondan con amor, sabiendo que estamos ocupándonos en servir al Señor de esta manera.

Recordemos siempre que aunque Marta quería agradar al Señor lo estaba haciendo de la manera incorrecta, pues lo estaba dejando a un lado, de manera que vivamos nuestros días, que parecen diseñados para Marta, con el corazón y la sabiduría de María, ocupándonos de lo verdaderamente importante: vivir a los pies de Cristo con los ojos puestos en nuestro camino eterno.

martes, 1 de julio de 2014

Contra ti, contra ti sólo he pecado

El salmo 51 fue escrito por el Rey David, después de haber sido confrontado por el profeta Natán, por el adulterio cometido con Betsabe y el posterior asesinato de su esposo, Urías.

Cada vez que nos referimos al rey David, vienen a nuestra mente su fortaleza, su valentía para derrotar a Goliat, su relación cercana con Dios, la promesa mesiánica que vendría a través de su linaje y su distintivo más conocido: un hombre conforme al corazón de Dios. Pero este hombre que con una simple ojeada a la biblia podría parecernos perfecto, fue un ser humano como nosotros, débil, pecador y necesitado de la gracia de Dios.

En el libro de 2 de Samuel, se nos relata el horror del Pecado de David, pero en el Salmo 51 podemos ver como se derrama el corazón de este hombre ante Dios, clamando perdón y restauración para su ser.

Debemos reconocer como David, que el pecado es como una mancha de petróleo que se extiende en el mar, es densa, y causa mucho daño, no solo a nosotros mismos sino a todo nuestro entorno; es una mancha difícil de quitar, de limpiar totalmente, todo lo altera y aunque podamos ver con nuestros ojos la imagen del desastre en la superficie, las consecuencias de este a profundidad siempre serán mucho más devastadoras.

Hoy podremos ver como el Señor a través de su Palabra en el Salmo 51 nos enseña cual es la correcta actitud que debemos asumir ante el pecado para ser restaurados:

1.       1. Reconocer que cualquier pecado es un acto de rebelión contra Dios

Un primer paso en el camino hacia el arrepentimiento es reconocer nuestra culpa, nuestra falta, y entender que este pecado ha sido principalmente contra Dios, esto fue lo que reconoció David cuando el profeta Natán fue a confrontarlo por su pecado, el profeta reconvino a David a través de una parábola que describía perfectamente el pecado atroz que él había cometido, allí no hubo lugar para buscar culpables, ni para auto justificaciones. Tú eres ese hombre! menciono el profeta, a lo que David reconoció: Contra ti, contra ti solo he pecado.

El Señor abrió los ojos de David en ese momento y le permitió ver y reconocer la magnitud de su pecado, jamás podemos olvidar que Dios todo lo ve, no hay lugar alguno en el que podamos escondernos u ocultarnos de Él. Salmo 139

2.     2. Debemos reconocer que hemos nacido pecadores y necesitamos de su Salvación
Entender que hemos nacido pecadores como lo hizo David, y que estamos imposibilitados para obtener la salvación por nuestros propios medios u obras, nos permite tener una actitud de sincera humillación ante Dios, por eso cuando tenemos la oportunidad de vernos pecadores, podemos tener la certeza de que es solamente Dios quien ha puesto esa sabiduría en nosotros, ya que ese convencimiento de pecado es como un primer paso que realiza Dios en nosotros para comenzar a ejecutar su gloriosa obra de redención, pues él nos limpia, justifica y olvida nuestras transgresiones.

3.     3. Clamar al Señor por su misericordia y perdón, pues solo así podemos tener la certeza de que su respuesta será su Santo Espíritu.

Dios mismo nos da su Santo Espíritu para que more en nosotros  y nos ayude a perseverar en este caminar a su lado, por eso podemos estar seguros siempre de que nada ni nadie nos alejara de su amor y que jamás podremos caer de su mano. Romanos 8:35-39; Juan 10:28-29. A través de todo nuestro peregrinar, Dios mismo nos ira moldeando, puliendo, formando e ira renovando nuestra mente a través de su Palabra.

El Espíritu Santo es nuestro sello, es la garantía en nosotros del cumplimiento de todas las promesas del padre; esa es la fuente de nuestra paz y nuestro gozo, ese debe ser el fundamento sobre el cual podemos edificar seguros nuestra vida, porque solo allí sabremos que a pesar de la tormenta, ese gozo y esa paz que nos brinda la certeza de la vida eterna nos mantendrá firmes en la roca que es Jesucristo mismo.

4.      4. Debemos entender que Dios no quiere sacrificios, obras o penitencias, él quiere un corazón contrito y humillado.

Dios no quiere de nosotros penitencias, ofrendas, obras o sacrificios, lo que él quiere de nosotros es un corazón humilde y quebrantado, un corazón que dependa entera y completamente de Él, un corazón que no busque lo suyo, que no anhele otros placeres, un corazón que se deleite en cumplir la obra que el Señor nos ha encomendado: Darle honor y gloria con nuestro existir.

El anhela que le busquemos y le conozcamos realmente, y esto solo lo podemos hacer a través del estudio de su Palabra; ella debe ser nuestra guía, nuestro fundamento, nuestro consuelo y nuestra esperanza.

5.      5. Debemos saber que el Propósito de nuestra redención es la Gloria de Dios y la expansión de su reino.

Dios nos ha devuelto la vida, nos ha permitido nacer de nuevo y llamarle Padre, por eso debemos buscarle diaria y constantemente, tanto como buscamos, anhelamos y necesitamos del aire para respirar. Llenos de El debemos cumplir nuestra gran tarea: “Enseñar tus caminos a otros pecadores, y estos culpables, como yo se arrepentirán y volverán a ti” Salmo 51:13

De la misma forma en la que en una emergencia aérea se nos pide que primero tomemos nuestras máscaras de oxígeno y respiremos profundamente antes de ayudar a otros, de esa misma manera debemos actuar en nuestra vida, toda palabra, todo tiempo de oración, todo estudio, deben hacerse vida en nuestra vida primeramente, para luego compartirlo a otros, jamás podemos emprender una tarea sin antes habernos saciado del aire puro y fresco que nos da el Señor.

David, reconoció su pecado, se arrepintió y clamo por la restauración de Dios, una vez entendió que había sido perdonado se dispuso a cumplir la gran comisión, a testificar de la obra maravillosa del Señor y a vivir conforme a sus preceptos.

Aprendamos de la vida de este varón y dejemos de buscar culpables o justificar nuestras faltas, el pecado empaña nuestra relación con Dios, es una afrenta contra El, por eso cuando fallemos no perdamos tiempo en buscarle y humillarnos ante El, gocémonos en su perdón y anhelemos su sabiduría para vivir glorificándole.