viernes, 25 de abril de 2014

Construyendo sus mejores zapatos



Instruye al niño en el camino que debe andarY aun cuando sea viejo no se apartará de él.
Proverbios 22:6 (NBLH)



Me sorprende el entusiasmo con el cual muchas mujeres preparan a sus hijos, para que sean grandes deportistas, otras para que sean artistas, músicos y hasta modelos o reinas de belleza.

A diario veo como a través de las redes sociales comparten artículos de interés, recomiendan academias, instructores y demás, esto sin contar los numerosos artículos que hoy se destacan y comparten sobre el déficit de atención o el síndrome de hiperactividad.

Pero ese entusiasmo decae notablemente cuando de Cristo se trata.

¿Cómo? Hace parte de mis funciones como madre, instruir a mis hijos teológicamente? Enseñarles a buscar, conocer y amar las escrituras?
Acaso la historia bíblica no la aprenden en el ministerio infantil?

Pues la respuesta a esos interrogantes que puedan surgir es un rotundo Si, y no es una sugerencia o una tendencia o una recomendación, es un mandato!

El libro de Deuteronomio, que es una repetición de la ley mosaica es claro y enfático en este mandato dado a los padres:
“Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos. Las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas. (Deuteronomio 6:4-9)

Y es que la labor y responsabilidad que se nos dio con la maternidad, no consiste en proveer para ellos alimento y cuidado, o enseñarles a caminar, a atarse los zapatos y a hacer la cama; la responsabilidad que tenemos como madres es mucho más grande y va mucho más allá, pues Dios nos ha entregado preciosas almas a nuestro cuidado.

Por eso el mensaje del evangelio debe venir a ellos primeramente de nuestros labios, mucho más importante que  lograr en ellos buenas calificaciones o buenos modales, es que conozcan al Dios verdadero y sepan cómo adorarlo y honrarlo cada día de sus vidas.

Esta porción de la palabra que encontramos en Deuteronomio se conoce como el Shema de Israel, y es como una capsula concentrada de todo el mandato de Dios para nosotras como madres.

Somos primero nosotras quienes debemos escuchar, aprender, ser diligentes en buscar de la palabra de Dios, día tras día, para ser como esa madre que primero toma su alimento y luego lo procesa para ir y llevarlo a sus gorriones en el nido.

Nosotras debemos ser primeramente alimentadas y formadas en la palabra de Dios para hacer un excelente trabajo con nuestros hijos, y de esta manera poder instruirlos y guiarlos.

Nuestra boca debe rebosar de palabra de Dios, pero para esto nuestro corazón debe estar lleno de ella, así podremos hablarles de Dios a nuestros hijos, al llegar a nuestra casa, cuando vayamos por el camino, al acostarnos y al levantarnos.

Es cierto que este sistema en el que vivimos cada día nos deja menos tiempo para todo, pero por encima de nosotras mismas esta esa responsabilidad como madres de alimentarnos para alimentar y sustentar a nuestros hijos.

Nuestra meta debe ser pasar a la historia como esas excepcionales mujeres que formaron a Timoteo y de las cuales el apóstol Pablo hace un gran reconocimiento:
Traigo a la memoria tu fe sincera, la cual animó primero a tu abuela Loida y a tu madre Eunice, y ahora te anima a ti. De eso estoy convencido. 2 de Timoteo 1:5

De seguro Loida siempre se preocupó por enseñar las verdades del evangelio a su hija Eunice, porque conociera la escritura y a través de ella desarrollara su fe.

Todo ese trabajo dio un gran fruto en su hija Eunice, quien de acuerdo al reconocimiento de Pablo, aprendió e hizo el mismo trabajo con Timoteo, llenándolo de la palabra de Dios, de la sabiduría divina, e instruyéndolo por el buen camino.
Este a su vez, pastoreo la iglesia naciente, siendo discípulo del apóstol Pablo, llevando todo lo aprendido de estas dos mujeres a sus hijos espirituales también.

Ves como el trabajo de una madre se multiplica exponencialmente en sus hijos?

Por eso no debemos permitir que nuestra labor como madres se vea menospreciada en esta era afanosa y consumista; el trabajo de ser madres piadosas que enseñen a sus hijos a temer a Dios, a conocerle y amarle, es mucho más valioso que cualquier otro trabajo en el mundo.

Recuerda que preparamos a nuestros hijos para el caminar en su vida, y lo que sembremos en ellos impactara poderosamente muchas generaciones.

Por eso, si sabemos que la vida es un caminar hacia nuestra patria celestial, no hemos de esforzarnos por construir para nuestros hijos los mejores zapatos?



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