Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque éste determina el rumbo de tu vida
Proverbios 4:23 (NTV)
Las mujeres somos conocidas
como seres muy emocionales, sensitivos, y por eso, cargadas de múltiples
emociones que en ciertos momentos parecieran salirse de control, hoy quiero que
veamos como el Señor nos pide que guardemos un corazón santo y limpio, ya que
nuestro papel es muy importante, no solo en nuestra familia, sino en la
sociedad misma.
Jesús al responder a algunos
fariseos y maestros de la ley que le cuestionaban sobre la antigua ceremonia de
lavar las manos antes de comer (ceremonia que no estaban practicando sus discípulos) les enseña una
verdad a sus discípulos que es de suma importancia para nosotros y para nuestro
corazón:
Mateo
15:18-20
Pero las palabras que ustedes dicen provienen del corazón; eso es lo que los
contamina. 19 Pues del corazón salen los malos pensamientos, el asesinato, el
adulterio, toda inmoralidad sexual, el robo, la mentira y la calumnia. 20 Esas cosas son las que los contaminan.
Cuantas de
nosotras no hacemos una limpieza meticulosa y en casos extrema, con tal de ver
nuestra casa limpia y sin riesgo de bacterias o algún tipo de suciedad que
pueda afectar a algunos de nuestros seres más queridos y a nosotras mismas?
¿Pero qué
pasa con la limpieza de nuestro corazón?
Lo dejamos
como un bote de basura susceptible a albergar odios, rencores, chismes, enojos,
envidias,… la lista podría ser interminable.
¿Qué hacemos
con todas aquellas sensaciones y sentimientos que a veces se alojan allí y
parecen estar dispuestos a arraigarse cada vez más?
La palabra
de Dios nos dice que todo aquello que sale de nuestra boca refleja lo que hay
en nuestro corazón, de la misma forma en la que nuestras acciones serán el
reflejo de lo que conservamos allí adentro.
De nada nos
sirve tener una casa reluciente, unos hijos limpios y bien peinados, un esposo
prolijamente vestido, si de nuestra boca solo salen gritos, palabras hirientes,
chismes, comentarios negativos, quejas y cualquier cosa que no honre el nombre
del Señor.
En esta
época en la que el papel de la mujer se ha desvirtuado tanto y en la que
parece, que nuestros roles principales tienden cada vez más a desaparecer,
debemos recordar el papel tan importante que jugamos en la vida de nuestra
familia.
Es la mujer
quien construye y edifica su casa, (proverbios 14:1) quien educa y levanta a
sus hijos en la palabra de Dios, y quien con su ejemplo da testimonio a su
esposo de la verdad de Cristo (1 de Corintios 7:16). Entonces el papel que
desempeñamos como mujeres, marcara la vida de nuestros hijos y a su vez la de
muchas más personas a nuestro derredor.
Por esta
razón, debemos ser constantes en nuestra oración, recuerda que no oramos para
pedir cosas, o para que Dios se entere de otras, oramos porque necesitamos
comunión con el Padre y porque es necesario vaciar diaria y constantemente
nuestro corazón ante Él.
Esa es la
limpieza continua que necesita nuestro corazón, llevando al padre nuestras
cargas, nuestros anhelos, nuestras preocupaciones.
1 de Pedro 5:7 (TLA) Así que pongan sus
preocupaciones en las manos de Dios, pues él tiene cuidado de ustedes.
Cuando
ponemos en manos de Dios cualquier asunto que nos inquiete, nos lastime, nos
angustie o nos duela; encontramos verdadera paz y libramos a nuestro corazón de
procesar sentimientos errados para estas situaciones.
Dios tiene cuidado
de nosotras, no estamos solas, Él está en control, no necesitamos ser mujeres
independientes y autosuficientes en Cristo, lo que debemos ser es cada día más
dependientes de Él, debemos abandonarnos en El, no hay nada que podamos hacer
nosotras que sea mayor que su gracia y su misericordia en nuestras vidas.
Por eso
diariamente, en cualquier momento y en cualquier lugar, derrama una oración
desde tu corazón al único que puede tomar control de cada situación y hacer de
ella una victoria.
No te afanes,
no te cargues, no albergues sentimientos de ira o dolor en tu corazón, hacerlo
sería como dejar un trozo de carne en un armario cerrado, creyendo que va a
conservarse como en un refrigerador; al cabo de un tiempo la carne estará
descompuesta, su olor llenara toda la habitación, contaminando todo lo que esté
cercano a ella.
Cada vez que
vayas en oración delante del Señor, recuerda
que tu corazón estará siendo vaciado, limpiado y a su vez consolado y sanado. Renovaras
tus fuerzas, el Señor te dará la sabiduría que necesitas para continuar, la paz
y el gozo que permitirán que tus hijos, tu esposo y tu entorno sean impactados
por una mujer de limpio corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario