jueves, 13 de marzo de 2014

Cuando Dios extiende su mano



Y vio Dios que era bueno…. Esta palabra se repite una y otra vez en todo el relato de la creación, dejándonos muy en claro cuál era el estado de lo creado por Dios antes de la caída, y no solo de la creación como contexto para el hombre y la mujer, sino de ellos mismos.

Dios nos creó buenos y agradables a sus ojos, pero el pecado entro al jardín del edén y desde ese momento ya nada fue igual.

El pecado es como una mancha de petróleo en el mar, que se extiende cubriendo todo de oscuridad, impidiendo que entre la luz y por lo tanto llenando de muerte todo lo que toca. Esta es una mancha muy difícil de quitar y sus consecuencias perduran largamente…

Una vez que Eva peco, desobedeciendo a Dios y comiendo del fruto del árbol que el Señor había prohibido, el pecado no quedo allí, pues también alcanzo a su marido.
En esa porción de la escritura podemos ver, como el pecado no es algo que afecte de manera individual al ser humano, sino que afecta todo cuanto hay en nuestro alrededor.

Ese primer pecado tuvo nefastas consecuencias, que nos afectan hasta el día de hoy, las relaciones tuvieron un cambio dramático, no solo se afectó la relación con la creación, pues en la maldición que Dios le da a Adán vemos como ahora, la tierra seria contraria para la humanidad, el trabajo sería difícil, así como conseguir el sustento y el alimento, pues la tierra había caído bajo maldición produciendo ahora cardos y espinos. Génesis 3:17-19

En Génesis 3:16 vemos como la consecuencia del pecado, transformo el hermoso momento de un parto en un momento difícil y doloroso (pero aun así, por la misericordia de Dios lleno de esperanza), las relaciones entre hombre y mujer también se verían seriamente fracturadas, desde aquel momento comenzaría una lucha de poder, dominio y control de uno sobre el otro.

Toda relación fue quebrantada, el espíritu del hombre había muerto, a partir de ese momento la humanidad había quedado destituida de la gloria de Dios.

Pero en medio de ese trágico y terrible momento, en el cual el Señor se pronuncia a la humanidad, representada en Adán y Eva, vemos también cuán grande es su misericordia cuando hace la más hermosa promesa que ha permitido que su pueblo elegido camine en fe a través de toda la historia:

Génesis 3:15 Pondré enemistad entre tú y la mujer,    y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza,     pero tú le morderás el talón.

Esta porción de la escritura es conocida como el Protoevangelio. Allí mismo en el momento de la caída, Dios abre una luz de esperanza, anunciando que a través de la mujer nacería un hombre que traería salvación a la humanidad.

Cristo seria nuestro salvador y redentor, aquel que nos llamaría de muerte a vida y haría todas las cosas nuevas.

Y precisamente, porque ahora hacemos parte del pueblo de Dios y gracias al sacrificio expiatorio de Cristo podemos llamarnos sus hijos, es que debemos vivir haciendo lo que nos corresponde, dando gloria a Dios con cada cosa que hagamos, cada papel que desempeñemos.

Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado! 2 de Corintios 5:17(NTV) Por eso coherentes a ese regalo precioso de nueva vida que se nos ha dado, debemos trabajar día a día por buscar esa santidad que anhela Dios en nosotros.

Romanos 12:1-2 (NVI) Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.  No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.

Hoy tenemos la oportunidad de restaurar muchas de esas relaciones que se fracturaron en la caída del hombre, por eso nuestra mente debe ser vaciada por completo, para poder aprender nuevamente el significado de ser mujeres, madres, esposas, hermanas, hijas, amigas y siervas.

Dios ha sido bueno al dejar un registro en su palabra, de la vida de hombres y mujeres tan de carne y hueso como nosotros, que lloraron, rieron, se equivocaron, aprendieron y que pudieron conocer la buena voluntad de Dios.

A partir de hoy, quiero que juntas comencemos a hacer un recorrido por cada uno de esos papeles que tenemos como mujeres, para que de la mano de la Palabra de Dios, redescubramos cual es la voluntad de Dios para cada uno de ellos.

Le pido al Señor, que nos permita vaciar completamente nuestra mente, de todas aquellas cosas que aprendimos en el pasado, y aun en nuestra nueva vida en cristo, que no son conformes a su voluntad. Que sea su Espíritu Santo exhortándonos y enseñándonos, a través de la escritura, cual es el papel que como mujeres estamos llamadas a ejercer en esta sociedad que cada día se aleja más de Dios.


Seamos esas lámparas ardientes, que reflejen la gloria de Cristo e impactemos nuestras familias, nuestras iglesias y nuestro entorno, mostrándole al mundo, que viviendo en obediencia a Cristo se puede gozar y disfrutar de su voluntad buena, agradable y perfecta.





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