Gracias a una oveja que se une a este caminar, desde hoy podremos disfrutar de entradas de otros autores que han sido traducidas al español, para nuestro crecimiento. Damos gracias a Dios por la vida de Aranza Erazo quien ha traducido para nosotros este articulo:
PERMITELE A LA BIBLIA DECIRTE COMO SER UNA MUJER
Existen versículos sobre la feminidad
que difícilmente nos sorprenden. La enseñanza de las mujeres mayores a las más jóvenes
debería ser de alta estima, el hecho que las mujeres amen a sus esposos e hijos
es de esperarse aun cuando esta labor parezca desafiante y entre mayor
importancia demos a la belleza exterior, en Cristo entendemos que nuestro
interior merece el más considerable embellecimiento.
Sin embargo, otros versículos producen
algo más como la sumisión que en sí puede
producir algún cambio. Enfocadas en el trabajo del hogar y asumiendo roles en
la Iglesia, es posible que podamos explotar fácilmente. Las dificultades, sin
embargo, a menudo aparecen en la Biblia y como creyentes tenemos la obligación de tratar la escritura e incluso los versículos
más polémicos de tal forma que Cristo sea honrado.
Trata la escritura con humildad
Cuando
encontramos dificultades en la feminidad
bíblica, lo hacemos de forma armada al usar nuestras propias experiencias y
opiniones. Aquellos temas o dificultades son centrales e importantes tanto para
nuestra identidad femenina como para las convicciones que traemos profundamente
arraigadas. De hecho, nos levantamos a defenderlas por instinto pero en Cristo tenemos
un llamado superior: elevar a Dios y su palabra por encima de todo.
La
humildad se inclina ante la palabra de Dios pues reconoce que el mundo y su dios oscurecen
nuestra mirada. En lugar de defender nuestras propias convicciones, estamos
llamadas a examinarlas bajo la luz de la verdad. En humildad, oramos para entender
la verdad y no para que cumpla nuestros deseos bajo la misma intención
que Dios quiso comunicar.
Así,
Le pedimos a Dios que nos quite las convicciones ajenas a Él. En dicho proceso
somos transformadas y nuestras mentes se renuevan “para que comprobemos cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta” que Romanos 12:2 señala.
Cuando nos humillamos a nosotras mismas no nos
vestimos de feminidad sino de Cristo. No damos una mirada cautelosa a la
escritura sino que nos sometemos a Dios y estimamos la santidad de su Palabra.
Especialmente, cuando no la entendemos o cuando no estamos de acuerdo con ella
es precisamente cuando deberíamos humillarnos ante ella sabiendo que Dios es
bueno y sus caminos más altos que los nuestros.
Trata la escritura con temor reverente
La palabra de Dios es divinamente inspirada, eterna y útil
para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia (2
Timoteo 3:16) hasta que algún asunto como la sumisión aparece. Una vez entramos
en aprietos, cae la reverencia por la palabra. Repentinamente, creemos que
algunas partes del Nuevo Testamento encajan solamente para un tiempo y espacio
preciso. Creemos así que el apóstol Pablo
ya no es un siervo de Dios sino un hombre deshonesto que habla desde su opinión
personal y por eso nos sentimos libres
de poner a un lado las opiniones de otros e incluimos las nuestras para refutar
el discurso de Pablo que creemos cuestionable.
Desde el edén, el enemigo se ha enfocado en la reverencia
a la palabra de Dios que es santa y pura. Cristo es el Verbo hecho carne y sus
seguidores estimamos sumamente su palabra, lo cual se refleja en todo lo que
hacemos y decimos.
En Tito 2 normalmente nos enfocamos en lo que las
mujeres ancianas deben enseñar a las menores (Tito 2:3-5) pero no deberíamos
dejar a un lado el motivo para esta enseñanza: “que la palabra de Dios no sea
blasfemada”. Si nuestra conducta trae honor o deshonor a la palabra,
¿cuánto más deshonor traerá si por algún asunto ponemos en duda su autoridad?
De este lado del cielo, no habrá una única
interpretación de ciertos pasajes de la Escritura y ciertamente es de esperarse
que el mundo vaya en contra de ella al ser contracultura pero como seguidores
de Cristo, hacemos bien en tener cuidado al manejar dichos asuntos polémicos.
¿Realmente queremos afirmar que ciertos pasajes de la Biblia fueron escritos
por Pablo en la carne? ¿Realmente queremos poner en duda el hecho de que toda la
Escritura es inspirada por Dios? (2 Timoteo 3:16)
Si deseamos honrar al Señor, no debemos apuntar y
disparar hacia versos de la Biblia, por lo contrario, los estimamos e incluso aquellos
que causan polémica debemos considerarlos como santos e inspirados por Dios. En
este orden de ideas, oramos para que el Espíritu de Dios nos guie a
entenderlos.
Seamos honestas
Una estadística de larga data indica que aquellos que
se denominan cristianos realmente no leen sus Biblias. Además, cuando los
asuntos polémicos aparecen como la feminidad bíblica, la mayoría de cristianos
tienen una opinión visceral que se fundamenta comúnmente en la cultura, incluso
una cultura cristiana u cualquier otra en vez del estudio sistemático de la palabra
de Dios.
¿Y si fuéramos honestos acerca de nuestra falta de
entendimiento? Si no hemos estudiado en oración algún asunto, ¿deberíamos ponerlo
vigorosamente a debate? Y si hemos estudiado, ¿fue en base a nuestro tiempo o
con una actitud sumisa a Dios?
Como creyentes, nuestro objetivo debería ser crecer en
el estudio bíblico y para crecer, necesitamos ser honestos acerca de lo que no
conocemos. Deberíamos querer ser “prontos a oír, lentos para hablar, lentos
para airarse” (Santiago 1:19) y siempre, el crecimiento viene al buscar al
Espíritu Santo.
Dios inspiró aquellos pasajes sobre feminidad (y
otros) de la Escritura que nos enfurecen. Son beneficiosos y santos y ya que
somos llamados a ser santos, también estamos llamados a tratar cada verso con
reverencia, con el máximo esfuerzo y propósito de que Dios y su palabra sean
glorificadas.
*Articulo Original escrito por Kim Cash Tate para Desiring God con el título Let the Bible Tell You How to Be a Woman